lunes, 23 de junio de 2008

EL REAL GABINETE DE HISTORIA NATURAL DE MADRID


Carolus III Rex 
Naturam et Artem Sub uno Tecto 
in publicam utilitatem consociavit.
Annus MDCCLXXIV

Con esta inscripción sobre la puerta del Palacio Goyeneche quedaba inaugurado el Real Gabinete de Historia Natural y la nueva sede de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando.

Las primeras décadas de vida de la institución fueron felices viéndose incrementadas sus colecciones de una forma espectacular a la vez que realizando una actividad científica importante. La guerra de la Independencia y la dejadez institucional durante la mayor parte de los siglos XIX y XX hicieron languidecer una institución que a los pocos años de su fundación ya era considerada de las más importantes de Europa, desgraciadamente entrados en un nuevo siglo parece que la situación no vaya a cambiar aunque deseamos que los anunciados proyectos renovadores pongan por fin al Museo en el lugar en el que por su importancia debería estar.

Una vez verificada la compra de la colección Dávila, Carlos III ordenó que se expidieran órdenes a todos los Intendentes de las provincias de la Península y a los Virreyes de las colonias, interesando de un modo particular al clero, para que contribuyesen al aumento y esplendor del naciente Gabinete. A partir de entonces la llegada de curiosidades fue continua, desde meteoritos a mesas de lava, el Tesoro del Delfín, pinturas enconchadas y multitud de objetos procedentes de las colonias de América y Asia, incluyendo las piezas de la primera excavación arqueológica científica de América, la realizada en 1787 por Antonio del Río en las ruinas de Palenque en México.

Nos encontramos también con piezas etnográficas chinas traídas por la fragata Juno en 1780, piezas procedentes de los indios nutra de América del Norte y un espectacular conjunto de capas de plumas procedentes de Oceanía obtenidas como botín de guerra tras capturar una fragata inglesa en 1789. Es de destacar también la presencia de un importante lienzo representando un oso hormiguero, realizado del natural por un alumno de Mengs ante el ejemplar regalado a Carlos III en 1785, el elefante asiático muerto en 1788 y del que se exponía tanto su esqueleto como su piel montada, o la gran colección de dibujos y grabados de animales adquiridos en 1785 de la subasta del naturalista holandés Le Franc Berkheij.

Estaba el museo organizado en varias salas de la planta principal: una para minerales, otra para piedras preciosas, otras tres para mamíferos y aves, insectos y peces y moluscos y fósiles, otra sala para maderas y semillas, una para trajes y adornos nacionales y extranjeros y finalmente otra para vasos preciosos, camafeos, ágatas y otros primores de la Naturaleza y del Arte.

Así dispuestas y ordenadas las colecciones, el museo abrió sus puertas el 4 de noviembre de 1776. En 1785 la colección del museo era tal que se decide proyectar un nuevo edificio, para ello se encargan trazas al arquitecto real Juan de Villanueva que proyectará el edificio que acabará albergando el museo de pinturas, el actual Museo del Prado.

La actividad científica comienza en 1784 con la publicación del Tomo I de la
colección de animales y monstruos del Real Gabinete de Historia Natural de Madrid realizado por Juan Bautista Brú, a la que seguirá el segundo tomo en 1786 y la publicación de los Anales de Historia Natural a partir de 1799. También comenzaron las clases de Historia Natural en el Museo y los intercambios con otros museos europeos. Pero fue sobre todo el montaje por Brú en 1793 del esqueleto de un megaterio encontrado en Argentina en 1788 el que dio notoriedad al Gabinete, ya que fue la primera reconstrucción de una vertebrado fósil en el mundo. Los dibujos y láminas realizados por Brú llegaron al conocimiento del gran naturalista y padre de la anatomía comparada Georges Cuvier que publicó sus estudios sobre este ejemplar en 1796.

domingo, 22 de junio de 2008

OTRAS COLECCIONES EN ESPAÑA

La situación de los gabinetes de curiosidades en España a principios del siglo XVIII no era tan boyante como podía ser en otros países europeos, sin embargo con el transcurso del siglo la situación irá mejorando notablemente.

La primera institución creada en el siglo XVIII fue la Real Biblioteca, creada por Felipe V en 1716 en los alrededores del Alcázar de Madrid. Esta biblioteca poseía un anexo de numismática y otras curiosidades, lo que se conoció como el Gabinete de Antigüedades que en 1856 pasaría a engrosar las colecciones del recién creado Museo Arqueológico Nacional. Esta colección constaba de unas 700 piezas de diferentes cronologías, incluyendo algunas piezas egipcias, griegas, romanas, medievales y de la edad moderna, aparte de una pequeña colección de historia natural, la mayoría procedentes de las colecciones reales y otros de la colección del Infante Don Sebastián.

Bajo el reinado de Fernando VI se presentó en 1752 por el oficial de marina un proyecto de Gabinete de Historia Natural, creándose en 1753 en una casa alquilada de la calle de la Magdalena. Se impartieron órdenes de acopio y envío al museo de todo tipo de curiosidades de historia natural y de antigüedades. Sin embargo no hubo una política clara de apoyo por parte de la Corona, fue parcialmente desmembrado para formar un gabinete para el Príncipe de Asturias y tras la fundación del Real Gabinete, las colecciones que quedaban se trasladaron a éste en 1773.

No era éste el único gabinete de historia natural, ya d'Argenville en su Conchyliologie nos cita varias colecciones importantes en Madrid, como la del Duque de Escalona, la de José Bermúdez, del Consejo Real o las del boticario Señor Hortega, desgraciadamente poco conocidas. Algo más sabemos del otro gabinete citado, esta vez en Barcelona, el del boticario Juan Salvador y Biosca (1598-1681), posteriormente ampliado por su hijo y su nieto y que constaba mayoritariamente de libros, un importante herbario y varios animales disecados; actualmente se conserva en el Instituto Botánico de Barcelona.

Otras colecciones interesantes, no ya de historia natural sino de etnología son las que reunieron tres arzobispos y que acabaron posteriormente engrosando las colecciones del recién creado Gabinete de Historia Natural, una de ellas fue la del arzobispo de Santa Fe de Bogotá, Martínez Compañón, que poseía una interesante colección de piezas arqueológicas, en su mayoría cerámica inca aunque también hay piezas de oro, plata, textiles… se conserva un inventario ilustrado en la biblioteca del Palacio Real de Madrid. La otra colección importante es la conocida como Borbón-Lorenzana que se conservaba hasta 1869 en la biblioteca Arzobispal de Toledo. Originada por Luis de Borbón, arzobispo de Toledo y ampliada por Francisco Antonio de Lorenzana, arzobispo de México entre 1766 y 1772 y posteriormente de Toledo. Esta colección era importante sobre todo por la presencia de objetos de los indios de las praderas de Estados Unidos, lo que los convierte en algunos de los ejemplares más antiguos conservados de esta cultura indígena.

Aparte de la colección arzobispal, Luis de Borbón era un aficionado a la Historia Natural y poseía un gabinete en el Palacio Real de Madrid en el que se conservaban numerosas aves disecadas de todo el mundo. Luis de Borbón encargó al pintor Luis Paret una serie de acuarelas sobre sus colecciones, lo que se conoce como Colección de las aves que contiene el Gavinete de Historia Natural del Seremo. Sor. Infante D. Luis (h. 1774). Además de las aves también poseyó una cebra viva, animal excepcional en la Europa de entonces, que posteriormente fue disecada. Que dicho animal era del agrado del infante lo corrobora el encargo a Paret de una ilustración con su imagen, realizada a medio camino entre el retrato y el dibujo científico propio de la segunda mitad del siglo XVIII. Sin duda es una de las más bellas series de dibujo del siglo dieciocho y actualmente se conserva en el Museo del Prado.

Las salas que componían este gabinete del Palacio Real fueron decoradas por Lorenzo Tiépolo, el hijo de Giambattista Tiépolo, que realizó hacia 1764 el "cabinetto delli Ucelli". Antonio Ponz atestigua años más tarde al pormenorizar las habitaciones del cuarto del infante don Luis: "En muy poco tiempo ha formado su alteza un Gabinete de Historia Natural, con que ha llenado cinco piezas: las tres de aves, una de insectos y otra de cuadrúpedos". Actualmente se conservan dos salas, una de ellas con un fresco en el que aparecen múltiples representaciones de aves.

La fascinación de don Luis por el mundo de las aves brindará a la posteridad además de la obra pictórica de Tiepolo y Paret otros frutos artísticos ya que Luigi Boccherini compondrá en 1771 también su quinteto "L'uccelliera" como figuración musical de sus canturreos.

LAS COLECCIONES DE PEDRO FRANCO DÁVILA

Dentro de la historia del coleccionismo en España, cabe destacar la figura de Pedro Franco Dávila, ya que gracias a sus colecciones y a su interés personal se llegó a fundar el Real Gabinete de Historia Natural de Madrid, actualmente Museo Nacional de Ciencias Naturales.

Personaje de azarosa juventud, nació en la ciudad ecuatoriana de Guayaquil, en 1711, hijo de una familia de comerciantes. Pronto se dedicó a la actividad paterna pero con una ambición mayor que le llevó a proyectar un lucrativo viaje a España cargado de cacao. Después de un complicado viaje, llegaron por fin a España aunque su padre acabaría muriendo en Sevilla en 1739. Pedro decide entonces volver a su tierra, pero la situación política entre Inglaterra y España desaconsejaban el viaje que se tuvo que posponer cuatro años. Finalmente consigue embarcar aunque fue posteriormente secuestrado por piratas ingleses que le tuvieron preso durante siete meses en Jamaica. Perdida la carga que llevaba de vuelta decide regresar a España para cobrar el seguro que había contratado. Ya nunca más volverá a Ecuador.

Pedro Franco Dávila decide instalarse en París, adonde llegará en 1745, justo durante el apogeo de los gabinetes de ciencias. Empezó a concurrir a todos los gabinetes privados y no privados, acrecentando su afición y gusto por cuanto contemplaba. Amplía sus círculos, frecuentando el trato con profesores de distintas materias del saber: matemáticos, médicos, naturalistas, escritores… Viaja por Francia, Suiza, Italia, Holanda, La Lorena…, y adquiere cuanto de curioso va encontrando a su paso, y en pocos años forma el inicio de lo que sería su gran Gabinete de Historia Natural y de Curiosidades del Arte y de la Naturaleza.
En la década de los 50, el Gabinete de Franco Dávila albergaba tal cantidad de objetos, que muchos de los que lo visitaban afirmaban convencidos que era mejor que el del Rey de Francia, a muchos profesores y sabios había causado admiración ver las riquezas que en él se albergaban; admiraban también que solo, sin orden del rey, lo hubiera formado. Se dedicó a adquirir las piezas más raras en sus viajes por Europa, comprando en muchos casos gabinetes enteros en Holanda, Lorena y Francia. De los gabinetes que visitaba por donde iba pasando anotaba en su diario de viaje las piezas raras que no había podido conseguir por dinero, y, a su vuelta, enviaba a sus dueños los artículos que sabía les faltaban en sus colecciones y que éstos deseaban, para que ellos, a su vez, le regalaran las que quedaban anotadas.
Como comenta D’Argenville en su
La Conchyliologie, ou Histoire naturelle des coquilles de mer, d'eau douce, terrestres et fossiles, avec un traité de la zoomorphose, ou représentation des animaux qui les habitent, de 1757:

“Será muy difícil descubrir exactamente la bella y rica colección de M. Dávila, que se aumenta considerablemente todos los días y que no ha podido, hasta el momento, ordenarla correctamente.
[…] Hay gran número de fósiles. Las producciones marinas, presentes en los armarios y vidrieras, muy considerables por su tamaño y buena conservación. Hay un armario para las madréporas y litophitos. Otro para los coracoides. Los corales se agrupan también, en uno sólo.
[…] Las conchas no constituyen la menor partida del Gabinete; están en buen número y en bella selección: la mayoría raras y de muchas variedades. Se hace notar, sobre todo un Pastellum marino compuesto de dos conchas unidas juntas que son exactamente sus valvas superiores. Hay muchos animales y peces disecados suspendidos en el techo.
[…] Las antigüedades egipcias y los vasos etruscos no faltan en el gabinete; así como libros, estampas y gran número de miniaturas representando cuadrúpedos, aves, patos, flores y otros. Se ven también en una gran sala, las más bellas piedras grabadas en Europa con sellos en cera de España y su explicación por escrito”.


El mismo Conde de Caylus, incluyó una de sus piezas en el tomo séptimo de su R
ecueil d’Antiquités de 1767. Se trata de una pequeña jarrita etrusca decorada con una perdiz:

"PLANCHE XXIV. Nº I. & II.
J'ai déploré plus d'iuic fols dans le cours de cet ouvrage le sort des Etrusques , & je me suis élevé contre la barbarie des Romains qui ont été si ingrats à leur égard ; mais toutes les preuves que j'ai pu rapporter des connoissances de cette Nation vaincue & oubliée, ne me paroissent rien à l'égard du petit monument de terre cuite que je vais décrire ; & je n'ai rien vu dont le trait, la forme & la précision soient plus complets , ni par conséquent plus purs & plus agréables. Je l'ai trouvé dans le Cabinet de M. Davila, Gentilhomme du Pérou, qui a joint à un des plus beaux cabinets de l'Histoire Naturelle des échantillons de tous les objets qui peuvent piquer la curiosité.

Ce petit vase très-pur de trait, est travaillé en vernis noir , réservé & découpé sur le fond de la terre. Son œuf est très-pur, & l'anfe est très-bien attachée. La Perdrix dont il eft orné conserve une vérité de trait convenable à l'original. On en peut juger par le n°. II ou cet oiseau est developpé.
Hauteur du vase quatre pouces huit lignes.
Largeur deux pouces."


En 1753, Pedro decide ofrecer su colección a Fernando VI, por mediación de su ministro el Marqués de la Ensenada. Para ello compone la
Razón de la colección que don Pedro Franco Dávila ha juntado en el tiempo de su demora en Francia, tanto de historia natural, como de otras cosas del arte, que contenía los siguientes números:

Nº1. Colección de conchas
Nº2. Plantas de mar
Nº3. Piedras
Nº4. Vasos, copas, etc
Nº5. Cajetas guarnecidas de oro
Nº6. Minas (oro, plata, cobre, plomo, hierro, mercurio y azogue, antimonio, arsénico, alumbre y vitriolo)
Nº7. Cristalizaciones y piedras brutas
Nº8. Petrificaciones y fósiles
Nº9. Diferentes vestidos, armas, etc.
Nº10. Bronces y piedras grabadas
Nº11. Colección de más de 4000 imprentas de las primeras piedras grabadas
Nº12. Colección de miniaturas
Nº13. Pinturas
Nº14. Microscopios, Máquinas diferentes
Nº15. Libros
Nº16. Manuscritos

La caída del marqués de la Ensenada y la posterior muerte de los reyes echaron al traste la operación y Franco Dávila decide vender sus colecciones y volver a Guayaquil, pero se lo piensa mejor y vuelve a ofrecer la colección a Carlos III con la mediación del Marqués de Grimaldi. Mientras tanto publica en 1767 su
Catalogue systematique et raisonne des curiosités de la nature et de l’art, qui composent le gabinet de M. Dávila en tres tomos ilustrados. En este catálogo se citan 8096 ejemplares de minerales de numerosas localizaciones, 5253 conchas, 600 animales disecados, 101 plantas, 3915 fósiles, 154 bezoares, 402 libros, unos 12000 grabados, 1741 obras de arte y arqueología, 441 mapas y varios instrumentos científicos. El siguiente intento de venta tampoco prospera y a finales de ese mismo año decide poner en venta parte de sus colecciones y pagar sus deudas.

Sin embargo su afición al coleccionismo le hizo continuar coleccionando ya de una manera más selectiva mientras esperaba que la situación en España cambiara. Finalmente, el 17 de octubre de 1771 se llegó a un acuerdo, Franco Dávila donaría sus colecciones a Carlos III a cambio de ser nombrado director del nuevo Real Gabinete de Historia Natural de Madrid, que acabaría instalado con la Real Academia de Bellas Artes en el Palacio del Marqués de Goyeneche, en la calle de Alcalá.



EL AUGE DE LOS GABINETES DE HISTORIA NATURAL

En los centros urbanos de cualquier lugar de Europa, el interés por la ciencias se desarrolló rápidamente a comienzos del siglo XVIII, como nos cuenta Diderot en 1763, el interés estaba sujeto a la moda:

“En el pasado siglo y en el comienzo del nuestro los gabinetes más numerosos eran los de medallas. En la actualidad, se prefieren los gabinetes de Historia Natural a las grandes bibliotecas. Todo tiene sus vicisitudes y el imperio de la moda también se extiende por las ciencias. El gusto por las ciencias abstractas sucedió al gusto por la ciencia de las antigüedades; después la física experimental fue más cultivada que las ciencias abstractas, y en la actualidad la Historia Natural ocupa más al público que la física experimental y que cualquier otra ciencia. ¿Llegará también el día en que acabe el reinado de la Historia Natural?.”

Este fervor por la historia natural lo encontramos primeramente en Holanda ya desde finales del siglo XVII. Gersaint en su primer catálogo de Historia natural de 1736, ya citado, nos habla de una de las colecciones más importantes de Holanda, la de Levinus Vincent en Haarlem:

“Su colección está compuesta de más de setecientos frascos con reptiles y otros raros animales conservados en espíritu de vino; un número considerable de las conchas más raras; una impresionante cantidad de corales, plantas marinas y minerales. De todas maneras lo que más me impresionó fue la infinita cantidad de todo tipo de insectos, perfectamente conservados, cuya variedad de colores forman la más bella vista que la naturaleza puede ofrecer…. Recomiendo a todos los amateurs que pasen por Haarlem que no se pierdan su visita. Todos los que quieran conocer este gabinete en detalle, en el que yo mismo pasé cierto tiempo con gran placer, pueden consultar la publicación que aparece en la lista de autores citada en este catálogo”.


La descripción de Gersaint no nos prepara para la ilustración del gabinete de Vincent que aparece en su catálogo, Wondertoonel der nature (1706-1715). El grabado nos presenta el gabinete como un “teatro del universo”, frase empleada por primera vez por Samuel Quicchelberg, conservador de las colecciones de Alberto V de Baviera y autor de Inscriptiones vel Tituli Theatri (1565), el primer manual para organizar una Wunderkammern. La colección de Vincent se encuentra en una galería abovedada con armarios repletos de frascos y una hornacina rococó con corales y gorgonias en un lado, mientras en el otro aparecen las colecciones de insectos y de conchas dispuestas según patrones decorativos en las puertas de cajoneras que guardaban más insectos, plantas, animales disecados, porcelanas, lacas, camafeos, monedas…

La colección acabó dispersada en 1778 a la muerte de Pieter Bout, otro coleccionista que adquirió la colección de la viuda de Vincent. Mayor fortuna tuvo la otra gran colección holandesa, la de Albertus Seba adquirida en 1716 por el zar Pedro el Grande, junto con la colección del anatomista Frederick Ruysch para fundar la Kunstkamera que se abrió al público en San Petersburgo en 1724 y cuyo catálogo ilustrado se puede descargar aquí.

De vuelta a Francia el gabinete más importante era el del rey, el
Cabinet du roy dirigido desde 1739 y hasta su muerte en 1788 por Georges-Louis Leclerc, conde de Buffon, conocido sobre todo por la gran obra que popularizó la Historia Natural entre un público más amplio, la Histoire naturelle publicada en 15 volúmenes entre 1749 y 1767 pero impresa en multitud de ediciones hasta bien entrado el siglo XIX. En los tres primeos tomos de esta colección aparece una descripción del gabinete del rey, que estaba abierto al público los martes y los jueves, con gran éxito entre la población.



El éxito de los gabinetes en París era tal que si a principios del siglo XVIII se contaban 23, a partir de 1750 aparecen más de 175 por influencia de la élite intelectual que animaba a cortesanos y burgueses a coleccionar en esta área. Entre estos coleccionistas destacaba el Barón Joseph Bonnier de la Mosson (1702-1744) en cuya subasta realizada por Gersaint en 1744, Bufón adquirió el mobiliario, datado en 1735, y que actualmente se conserva en el Museo Nacional de Historia Natural de París como monumento a la labor coleccionista del siglo XVIII.

viernes, 20 de junio de 2008

COMERCIO Y GABINETES. EL COLECCIONISMO DE CONCHAS

El comercio de curiosidades de gabinete siempre ha sido un negocio, lo fue desde que comenzó el auge por esta clase de colecciones en el siglo XVI. La red comercial que la poderosa familia Fugger tenía por todo el mundo, permitió a Hans Jacob Fugger suministrar múltiples piezas no sólo a la colección de Alberto V, elector de Baviera, poseedor de una de las mayores Wünderkammern del manierismo sino al mismísimo Felipe II.

Pero cuando verdaderamente alcanzó importancia fue en el siglo XVIII y donde mejor se observa es en el auge del coleccionismo de conchas. De todos los materiales de historia natural con los que se comerciaba, las conchas siempre han sido las más populares, debido sobre todo a su belleza intrínseca y a su gran variedad de especies diferentes, desde las más raras a las más comunes.

Ya desde el siglo XVI con los descubrimientos de las Indias Occidentales y posteriormente de las Orientales, las conchas eran buscadas por la élite comercial e intelectual de Europa. Poseemos numerosas representaciones de conchas tanto en libros ilustrados como en pinturas por toda Europa, siendo muy populares en los Países Bajos, aunque en España también se pueden ver en obras de Antonio Pereda o Juan Bautista de Espinosa que incluyeron ejemplares en algunos de sus bodegones.

Desde finales del siglo XVII, el coleccionismo de conchas en los Países Bajos tenía una importancia tal como para soportar un activo mercado así como numerosas subastas. Existía una abundante literatura sobre el tema, destacando la obra de Martin Lister, Historia Conchyliorum, aparecida entre 1685 y 1692 con abundancia de ilustraciones. Es una obra interesante porque muchas de las imágenes proceden de otras colecciones aparte de la suya propia y que Lister había conocido a través de sus viajes por Londres y París.

A los coleccionistas les gustaba mucho dar a conocer sus propias colecciones mediante publicaciones, algunas muy lujosas, como la excelente
Thesaurus, del holandés Albertus Seba (1665-1736) publicada en 5 tomos; D’Amboinsche rariteitkamer, publicada en Ámsterdam en 1705 con piezas de la colección de Georg Eberhard Rumpf (o Rumphius) obtenidas durante su estancia en Indonesia o S. Schijnvoets muntkabinet der Roomsche keizers en keizerinnen (Ámsterdam, 1695).

Otras publicaciones como  
La lithologie et la conchyliologie, (París, 1742) de Antoine-Joseph Dezallier d’Argenville dedica un capítulo a los principales gabinetes de curiosidades de París y de varios países de Europa, incluida España. La publicación de este libro en París no es casual, ya que por aquellos años el coleccionismo de conchas en Francia había alcanzado una gran difusión, sobre todo a partir de las subastas organizadas por Edmé-François Gersaint.

Conocido sobre todo por ser el marchante de Watteau, en 1736 organizó la primera de una serie de subastas de conchas, que venían completadas por la publicación de catálogos de la subasta cuyo fin no era sólo vender sino también crear un nuevo interés en este aspecto del coleccionismo.

Su primera publicación de extenso nombre,
Catalogue raisonné des Coquilles et autres curiosités naturelles. On y a joint quelques observations sur les coquilles, avec une liste des principaux cabinets qui s'en trouvent, tant dans la France que dans la Hollande ; avec une autre liste des Auteurs les plus rares qui ont traité de cette matière, et une table des noms arbitraires, tant françois que francisés, attribués aux Coquilles par les Curieux. Paris, 1736, no sólo es una descripción de lotes a la venta sino que nos informa de las principales colecciones de conchas en Holanda y Francia, además de proporcionar abundante bibliografía sobre el tema. La portada del texto es un grabado a partir de un dibujo de Boucher en el que se representa un artístico arreglo realizado con conchas, corales y gorgonias que se convertiría en una moda durante el rococó.

En 1757 las conchas alcanzaron los máximos precios en las subastas de París. La venta de la colección formada en Holanda por el embajador francés, el marqués de Bonnac tuvo lugar en la casa de subastas de Pierre Remy, comprendiendo varios miles de ejemplares distribuidos en 668 lotes. El importe total alcanzado fue de 22500 libras francesas, alcanzando una sola de ellas, un ejemplar de Muricanthus radix Gmelin la fabulosa cifra de 1700 libras.

A partir de esta subasta el precio de las conchas fue disminuyendo aunque comparadas con piezas de arte su valor seguía siendo elevado, por ejemplo, en la venta de Pedro Franco Dávila en París en 1767 el ejemplar más caro se vendió por 398 francos, mientras que pinturas de El Greco y Alonso Cano presentes también en su colección s vendieron por 24 y 18 francos respectivamente.

lunes, 9 de junio de 2008

LOS MUSEOS DE MANFREDO SETTALA Y ATHANASIUS KIRCHER

Durante la segunda mitad del siglo XVII alcanzaron fama en Italia dos colecciones creadas por dos religiosos, una de ellas en Milán y la otra en Roma. Estas colecciones, a diferencia de las colecciones anteriores del siglo XVI, eran vistas como un compendio de la Naturaleza, el Arte, la Ciencia y la técnica, un verdadero teatro del mundo en el que se mostraba en todo su esplendor la obra de Dios.

Hijo de un físico, el clérigo Manfredo Settala, heredó la pasión de su padre por las curiosidades científicas. Pupilo del retórico jesuita Emanuele Tesauro, Settala entendía su colección como un texto extremadamente complejo en el que cada objeto tenía un significado secreto, diseñado más para sorprender que para informar. Settala creó un museo repleto de curiosidades naturales y etnográficas -que llegaban a él gracias a sus relaciones con los misioneros católicos-, junto a invenciones ópticas y mecánicas, muchas de ellas realizadas por él.

Destacaban las cajas catóptricas, espejos deformantes y lentes, que ya hemos visto en la colección de Lastanosa, relojes, producciones curiosas de la naturaleza, como cuernos de unicornio y rinoceronte, aves del paraíso, corales, ámbar y, sobre todo, autómatas, que destacaban la inclinación de Settala hacia lo lúdico y lo ingenioso, vinculándolo a la mentalidad manierista del siglo XVI.

Entre todos estos autómatas destacaba uno que sobre un pedestal sostenía “
algunos promontorios con papagayos, pajarillos y árboles” que al moverse hacían oír su armoniosos canto, o un clavicémbalo “que por si mismo interpreta música armoniosamente, mientras mueve cinco figuras". Muchas de estas piezas aparecen descritas en un inventario realizado en 1660, conocido como Codex Settala, que se conserva en la Biblioteca Ambrosiana de Milán.

Similar idea sobre el mundo tenía el erudito jesuita Athanasius Kircher, su visión de la naturaleza era la de un glorioso jeroglífico de inspiración divina. Sus estudios en lenguas antiguas, arqueología, astronomía, magnetismo y cultura china y egipcia se completaban con una colección de rarezas científicas y etnológicas. Su colección llegó a alcanzar una extraordinaria dimensión y gracias a la donación en 1651 al Colegio Romano de la colección del patricio de la Toscana Alfonso Donnini, tuvo la oportunidad de exhibirla junto a esta colección, consistente esencialmente en antigüedades que anteriormente estaban en el Palazzo dei Conservatori en el Capitolio.

Se buscó una amplia sala en el Colegio Romano en la que exponer todas las piezas, tanto las de Donnini como las que tenía Kircher. Así nació el Museum Kircherianum, famosísimo muy pronto en toda Europa, que sería en el futuro foco de atracción de artistas, príncipes, investigadores y de cuantos avisados llegaban a Roma.

Athanasius Kircher, que fue el encargado de elaborar el proyecto museológico de la unión de las colecciones, realizó un itinerario simbólico que recorría un camino en el conocimiento en el sentido más amplio. La gran galería del museo estaba completamente llena de cuadros, estatuas y objetos de arte. Además de obras de artistas italianos como Guido Reni o Bernini, existían obras como un retrato del Dalai Lama o una estatua de Confucio, traídas junto con otras piezas orientales por los misioneros jesuitas en Oriente. También tenían cabida la cábala hebrea, la magia natural, la hermenéutica humanística, ídolos mágicos egipcios, amuletos y talismanes exóticos. A todo ello hay que unir el conjunto de artefactos, máquinas catóptricas y dióptricas, toda clase de relojes, curiosidades de historia natural, aparatos científicos, fragmentos de la antigüedad clásica, animales disecados…

Muy importante era el elemento lúdico, frecuentemente asociado al sonido y a la música, así tenía estatuas que parecía que hablaban gracias a tubos que conducían el ruido de la calle a través de la pared y hasta la boca de las estatuas. Destacaba también un instrumento capaz de tocar doce sinfonías distintas o un mono autómata que tocaba el tambor.

En 1678 Jorge de Sepi, bajo la dirección del propio Kircher, publicó un catálogo del museo. El museo estuvo ininterrumpidamente abierto hasta 1680, año de la muerte de Kircher. Fue reabierto en 1698, ya con otra ubicación y con otra ordenación de piezas, y de nuevo cerrado cuando se suprimió la Compañía de Jesús en 1773, comenzando entonces a dispersarse las colecciones artísticas. Las colecciones científicas, etnográficas y arqueológicas permanecieron en el Colegio Romano que seguía con sus funciones docentes. En 1874 el gobierno, tras la desamortización de los bienes eclesiásticos, envía el Gabinete de Física al Liceo Visconti. En 1913 los fondos etnográficos fueron enviados al Museo Paleoetnográfico de Roma y otros fondos al Museo Nazionale de Castel Sant’Angelo. La Arquelogía terminó en el Museo Nazionale Romano. También hay piezas del kircheriano en el Museo Pigorini de Roma y en los Museos Vaticanos.

domingo, 8 de junio de 2008

ALGUNOS MUSEOS ITALIANOS DEL BARROCO

Desde finales del siglo XVI el estudio de la Historia Natural se hizo muy popular entre las élites urbanas. Para los patricios que coleccionaban arte, muebles, antigüedades o libros, la posesión de especímenes naturales era otro medio más para demostrar su riqueza, cuanto más exótico fuera el objeto tanto mejor, no se reparaba en gastos para la adquisición de toda novedad interesante para una colección.

Con el aumento de los viajes por Europa y otros continentes, los museos se convirtieron en lugares privilegiados para el intercambio de ideas. La cantidad y variedad de objetos expuestos en estos tempranos museos garantizaban un número infinito de temas a tratar.

Esta cultura de erudición que se extiende desde las publicaciones de los naturalistas Ulisse Aldovrandi y Conrad Gesner en la segunda mitad del siglo XVI, alcanzó durante la primera mitad del siglo XVII en Italia un momento de esplendor. Colecciones como las de Francesco Calzolari en Verona, Ferrante Imperato en Nápoles o Michele Mercati en Roma eran lugares de visita obligada para todo viajero culto que pasara por aquellas ciudades.

La importancia de los objetos depositados en estos museos dependían de su belleza, rareza y exotismo. Algunos objetos eran remarcables por su inusual forma o comportamiento, como por ejemplo el conocido como “
Nautilo de Plinio”, que según nos cuentan Benedetto Ceruti y Andrea Chioco en su catálogo del museo de Calzolari de 1622, era capaz de moverse expulsando agua a presión. En otros objetos su importancia venía dada por su misterio, como los fósiles, todavía de procedencia desconocida. Sin embargo, las mayores expresiones de asombro se reservaban para los objetos con poderes ocultos, que iban desde las tradicionales piedras imanes o bezoares hasta las últimas novedades venidas de América, como el “ámbar líquido” que según Nicolás Monardes y García de Orta era recomendado para curar heridas.

















Como muchos coleccionistas contemporáneos, Calzolari se centraba en maravillas terapéuticas que podían obtenerse a través de herboristas locales o mediante mercaderes de especias y medicinas. Mucho más raras (y presumiblemente más caras) eran las rarezas anatómicas, como la cabeza momificada que podemos ver colgada del techo en el museo de Calzolari.

En las manos de físicos, farmacéuticos y profesores, estas colecciones tenían múltiples usos, eran lugares de investigación y de experimentación sobre múltiples aspectos de la historia natural, la ciencia y la medicina.

En Nápoles, las colecciones de Imperato entraron en contacto con los miembros de la
Accademia dei Lincei, fundada por el noble Federico Cesi en 1603 con el fin de investigar los secretos de la naturaleza, llegó a contar con Galileo entre sus miembros. Imperato, como los miembros de la Academia, estaba en proceso de reescribir la historia natural en base a la observación directa y la experimentación en vez de seguir la tradición clásica.

Muchos miembros de la Academia visitaron el museo de Imperato cuando iban a Nápoles, mientras que la mayoría de los académicos napolitanos dependían de la colección de éste para la realización de sus investigaciones, muchas de ellas gracias al microscopio, aparato de reciente aparición.

Con la muerte de Cesi en 1630 y la condena por la Inquisición de Galileo en 1633 por seguir la teoría copernicana acabó con la era de la
Accademia dei Lincei y comenzó la época de los jesuitas y la Academia del Cimento.